martes, 20 de noviembre de 2007

Sólo cinco minutos...

“No sueñes que te va a dar más de cinco minutos”, así me dijo mi amiga cuando le comenté que al día siguiente encontraría a uno de los personajes top de nuestra farándula política (aunque mi personaje es lo mejorcito que hay, conocido por su seriedad, honradez y trabajo parlamentario)...”No creo- contesté- que vaya a ser mezquino con los tiempos. Al menos, no conmigo. Nos conocemos hace tiempo y tenemos amigos comunes. Así espero que me escuche hasta el final”. En esto pensaba sentada en el hall central del Palacio Ariztía, hoy convertido en la sede capitalina del Congreso Nacional, mientras admiraba la belleza arquitectónica de este edificio que allá por 1915 construyese el arquitecto estrella de aquella época: Alberto Cruz Montt (el Club de la Unión, el Palacio Irarrázabal hoy Círculo Español, el edificio del Banco Central, son otras obras suyas)...
Al tiempo que ponía coherencia mental a los argumentos que presentaría, sentía la presencia de los que un día transitaron por sus pisos de maderas nobles traídas de Europa. Sin duda los dos hijos de Rafael Ariztía Lyon y su esposa Teresa Brown, más de una vez jugaron al pillarse entre las columnas que enmarcan el hall, traspasaron corriendo las enormes y ornamentadas puertas de madera maciza y se quedaron agotados bajo el colorido de los vitrales que llenan de luz este espacio central. Pero eso sucedió hace muchos, muchos años...Hoy son los políticos los que llenan sus espacios tratando de convencernos que hacen su trabajo para el cual fueron elegidos. En los pocos minutos que estuve allí sentada vi a Carolina Toha cruzar presurosa el recinto y meterse en una sala donde yo ya había chismeado que se preparaba un encuentro desayuno topísimo... Muy a la moda en colores beige y con una cara de cabra chica insoportable. Me pregunto cómo logrará hacer sobresalir su voz entre los vozarrones de tanto macho cabrío cuando hay una discusión abierta en el Congreso?...De repente otro rostro de primer plano: Marcelo Trivelli con pinta de andar en más de alguna confabulación ( buen mozo, buena pinta, pero con una voz aflautada que a mí al menos, me resulta un atentado a mis sensibles oídos). En esta entretención visual estaba cuando por uno de los pasillos laterales aparece mi personaje. Unos escasos metros lo separaban de mí. Aún así se dio espacio para saludar a tres personas. Mientras nos encontrábamos se acercaron dos más que reclamaron su presencia. (Uff, me dije para mis adentros, esto se ve un poco negro). Entre respuestas para todos y el preguntarme cómo estaba, indagaba si había alguna sala libre en el primer piso. Todo ocupado. Obligados subimos al segundo piso. Al tiempo que subíamos los peldaños de la escalera tapizada por una gruesa alfombra roja que ahogaba nuestros pasos, iba resumiendo mi discurso. No habíamos traspasado la puerta de la sala que encontramos disponible (de reojo me di cuenta que era de una de las bancadas oficialistas), cuando ya le estaba contando mi historia. Con el movimiento de sentarse sacó del bolsillo de su chaqueta una pequeña libretita, en la que fue anotando con una letra minúscula todo aquello que le pareció interesante. Los segundos pasaban y yo ya me daba cuenta que se estaba parando. Anotó un par de teléfonos que le parecieron interesante, (entre ellos el mío)y, bueno...eso sería todo. No creo que hayan transcurrido más de cinco minutos... Menos mal que me acordé de mis tiempos radiales y fui tan concisa (aunque no sé si muy precisa) que dije la última palabra cuando ya se paraba...Ahora, me pregunto, sabiendo en lo que estaba y en lo que le esperaba, qué habrán significado esos cinco minutos?... Logrará recordarse de lo que le dije y de lo que me dijo?... El tiempo y sus resultados tienen la respuesta...

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