viernes, 16 de noviembre de 2007

Bendita Soledad...

Camino por Providencia. El sol débil de la mañana deja caer cálidamente sus rayos sobre mí. Ensimismada en mis pensamientos me aislo en mí para alejarme del entorno y ser sólo yo en medio de la multitud. Descubro mis movimientos, me concentro en ellos para pensar en el maravilloso mecanismo que los pone en marcha. Ello me pertenece sólo a mi, solo yo conozco el ritmo de mis pasos, la suavidad o aspereza de mi andar. Muevo mis manos, mis dedos uno por uno. Cuán importante es cada uno de ellos, aún el insignificante y pequeño dedo meñique. Qué habrá pensado Dios cuando los creo? Sin darme cuenta mis ojos han tenido que recorrer parte de mi. Ello me hace tomar conciencia de mi mirar, del descubrir a través de cada parpadeo la realidad que me rodea. Esta es mi realidad, mi propia y personal realidad. Nadie más que yo sabe cómo siento el color de los árboles en otoño o su desnudez invernal. Nadie más que yo conoce de cómo la silueta de los viejos edificios o la magnificencia de las nuevas construcciones me conmueve en tanto creación del ser humano son. Aspiro profundamente el aire tempranero. Siento que mis pulmones se hinchan y mi estomago se completa, espero unos segundos para permitir que el aire me abandone, y así acomodo mi andar al aspirar y expirar profundo, como haciendo que la vida misma me llegue en cada momento. Será posible que alguien más pueda sentir lo mismo en ese preciso instante?. No, rotundamente no. Soy sola en mis pensamientos y mis emociones. Estoy sola para hacer de ellos lo que deseo que sean. Mis actos me pertenecen y con ello sus consecuencias. Soy un único ejemplar de repetidas y similares unidades, todas ellas con las mismas capacidades que me pertenecen. Es así como en esta sola soledad me siento parte del todo. Esta es mi soledad, la magnifica soledad del todo. La alegría mi invade al constatarlo, al sentir esa enorme auto pertenencia. Deseo abrazar al mundo y que el mundo me abrace, saludo en voz alta a los pájaros que me cantan al pasar, o a los perros que husmean mi presencia. Sin querer ( ¿o queriendo?) comienzo suavemente a cantar. Agradezco al infinito por darme la dicha de esta presencia en el mundo y por lo que me regalará en las horas que vienen. Nadie más sabe de ello. Nadie más me conoce como yo me conozco. En ese íntimo conocerse vuelvo a mi íntima soledad, a aquella que me ayuda adentrarme en los oscuros y claros recovecos de mi vida. Esta misma soledad que me permite comunicarme con mi propia alma, con aquella infinita parte de mí que anida lo más divino de mi naturaleza humana. Es allí donde me encuentro con mi Dios interno, es allí donde me reconozco con los otros seres. Es allí que mi palabra mi sola e íntima palabra se torna universal, capaz de saltar a la inmensidad del Universo para comunicarme con El. Divina soledad que me ayuda en mi reconocimiento, en mi toma de conciencia con la pertenencia a lo Divino. Así, tomo conciencia de los muchos caminos andados, de cómo se han ido descubriendo las grises y negras cavernas interiores para llenarlas de luz y de aromas. Sé que quedan aún muchas puertas de las mazmorras internas por abrir. Ojalá llegue hacerlo antes que el tiempo último me alcance. Para ello tengo mi soledad, para saber qué es lo que debo hacer. Bendita y hermosa soledad que me hace reconocerme y conocerme.

2 comentarios:

Anna-Felicia dijo...

Mui lindas tus palabras toti! Comparto tu conciencia del ser conciente de si mismo..

Totocha dijo...

Hola loquilla... Fue lindo habernos encontrado en el msn, y constatar lo mucho que has crecido... Gracias por tus comentarios y sé que tenemos mucho de que hablar cuando volvamos a estar juntas... Un abrazo a la distancia y todo, todo mi cariño...