domingo, 25 de noviembre de 2007

Para ver, escuchar y contar...

Intensos han sido estos últimos días. He tratado de embriagarme de distintos placeres para sacar el quiste de dolor, alojado en mi corazón/alma. Como han sido muchas las cosas que han pasado, las iré narrando por parte para que resulte más entretenido. Partamos por el viernes, día que ya tiene su mañana asegurada. Son los momentos que dedico a la expansión de mi espíritu, al trabajo con mi ser integral desde distintas formas.

Ese día en la mañana aparte de hacer meditación con cuencos tibetanos, nos detuvimos en el conocimiento de los distintos campos (siete) que rodean el cuerpo humano, partiendo por los físico y terminando con lo angelical. Pero esto es demasiado mío, así es que sigamos de largo con el resto del día...Mi amiga Pimpinela, viajera/compañera me había propuesto ir al cine a ver Lo mejor de nuestras vidas, película/comedia francesa, que ha sido muy bien recibida por la prensa y que se presenta en el Biógrafo. El programa continuaría (o terminaría) en el Normandie. Si embargo le cambié drásticamente el panorama, cuando me di cuenta que ese día era la ultima oportunidad que tenía para ver el nuevo montaje del coreógrafo frances/rumano Gigi Caciuleanu para el BANCH: Movimientos/Magnificat. Siempre me ha fascinado su trabajo con el cuerpo de los bailarines, en lo que no pone límites. Felizmente Pimpinela viajera/compañera aceptó, asi es que a las 19:30 estábamos instaladas en la platea del teatro de la U de Chile, dando comienzo al programa del viernes en la tarde.
Primer tiempo “Movimiento para bailarines y cuerdas”. Eso fue precisamente lo que sucedió allí, los cuerpos de los bailarines se transformaron en las cuerdas/cuerpos de violines, violoncellos y contrabajo. Ningún ruido, ni siquiera el leve sonido de los cuerpos cayendo sobre el escenario, entorpeció esta mágica sincronización de cuerpos e instrumentos. El inagotable juego de ángulos que se accionan cuando los instrumentos se ponen movimiento se transformó en un juego geométrico dinámico cuando los cuerpos de los bailarines se sumaron a él. La orquesta (sobre el escenario) se fundió con los bailarines haciendo un todo en una maravillosa y bien lograda sincronización...La segunda parte Magnificat, basada en dos piezas musicales de dos compositores distintos (Scarlatti y Pergolesi) reunidos en una sola pieza coreográfica, puso en el centro la lucha del ser humano entre los ascendente (cielo) y lo vital, primario, terrenal (tierra). Energía, fluidez, suspensión, peso fueron los elementos fundamentales en la entretejida coreografía de Gigi. Bien, realmente un regalo para el alma. Bueno, en la mitad de ello mi querida Pimpinela viajera/compañera, me pregunta si vamos al Parque O’Higgins. Durante rato me mantuvo con la mente suspendida tratando de entender lo que me había querido decir. Conociéndola como yo la conozco, los restaurantes y otros locales del parque, no son precisamente los escenarios escogidos por mi amiga. Cuando ya íbamos saliendo me dijo que nos fuéramos al Parque O’Higgins que alli estaría cantando Silvio Rodríguez. Yo, entre tanto de darme vuelta en mí misma, no tenía idea de la presencia del trovador por estos lados. Como ambas somos 4x4, todo terreno, sin mayor retraso emprendimos el viaje hasta el Parque. Como los tiempos no están para bollos caros, nos subimos al metro, combinación Los Heroes. Nosotros vestidas para estreno. Realmente viajar en el metro en horas peak, es toda una vivencia colectiva. La puerta se cerró cuando yo escasamente había logrado acomodar mi humana humanidad, en los pocos resquicios que dejaban los otros. Mi cabeza quedó metida bajo el sobaco (han visto palabra más fea??) de alguien. Otro alguien me colocaba su cartera entre las costillas, otro aprisionaba su cuerpo tras el mío, en tanto un codo lo sentía a la altura de mi pechuga... Olores, transpiraciones, latidos, rollos y formas, parecían hacerse una en esta masa uniforme en que nos íbamos transformando a medida que el tren daba sus tirones. Como escupo salimos del vagón en la estación Los Heroes. El tramo de allí al Parque O’Higgins no fue mejor, sólo que me cambiaron el sobaco, la cartera y el codo. Al fin llegamos a destino. Nos costó algunos instante reconstituirnos. Pero, unos movimientos pélvicos por aquí y por allá, chasconear el cabello y repasar el color de los labios, y ya estábamos listas de nuevo. Mucha gente, muchíma, en todo el entorno. La noche había llegado hacía rato. Los locales de cerveza atestados (que malo que Pimpinela viajera/amiga no haya querido tomarse una chelita y pasar a ser parte (al menos por un momento) de esa otra geografía humana de Santiago. En un local, enrejado, compramos los víveres no perecibles que era la entrada al espectáculo total en homenaje a Violeta Parra. Nescafé, azucar, té, atún, en fin todo lo que encontramos en la escasez de mercaderías, cupo en nuestra bolsa de aporte. Ingresábamos al Parque cuando comenzó a sentirse la voz de Silvio por los parlantes. Apresuramos el paso para llegar a la elipse antes que su presentación concluyese.
Sabemos que Silvio actualmente no es muy generoso con su canto y que no sale en forma extra, así el público se desgarre gritando. Estaba oscuro, oscuro. Nosotras empinadas en nuestros tacones de estrenos, sorteábamos en la oscuridad las mochilas. Botellas, restos de comidas que sembraban el césped, rastros de los que habían llegado muy temprano. Había mucha gente (15 mil personas) y pese a todos los esfuerzos por avanzar entre el público o de empinarnos en nuestros tacos, no pudimos ver a Silvio. Al final sólo pudimos, junto a muchas voces, corear los tres temas que interpretó... ni un tema más. Nada, pese a que las 15 mil personas se transformaron en un ensordecedor grito que clamaba por su regreso. Nada. Dicen que apenas se bajó del escenario se subió a un vehículo que lo sacó de alli. Grande Silvio en su canto pero mezquino en su dar. El resto del programa, que incluía a Ángel e Isabel Parra, y los Inti Illimani (histórico) quedó atrás y volvimos a Providencia a nuestro refugio de siempre: el Normandie.
Felices de tanta bella aventura. Hicimos estirar hasta el máximo nuestra copa de un buen merlot, en espera de quienes habían ido al espectáculo de Serrat y Sabina. Llegaron pasada la medianoche. Más bien digo veían volando, levitando, en estado de éxtasis por lo que habían visto/escuchado/vivido. Felizmente lograron aterrizar y en la suma de sus comentarios, nos hicieron parte también de lo ofrecido. UHF, la larga jornada terminó pasada las dos de la mañana, con un último ingrediente, el colectivo saludo a Daniel Muñoz (no mi amigo porque él no genera la atención del colectivo), el mediático y actual director/actor. Mi amiga Monín se encargó de cerrarle el paso y de hacerle presente nuestros saludos y felicitaciones por su trabajo. Fue suficiente. Detrás tenía a su mujer (excelente actriz también ella), que reclamaba su presencia. Nosotras sólo éramos aves de paso. Sin duda un hermoso cierre para una tarde enterita, que fue como un bálsamo para mi entristecida alma.

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