lunes, 3 de diciembre de 2007

Con la musica en el alma...



Estos últimos días han sido intensos, diversos, matizados...Me cuesta aún hacerme cargo de esta mi nueva situación, que de repente perdió su rutina, su diario hábito...Pero, como dicen, no hay mal que por bien no venga, y acá estoy tapada de optimismo esperando que el cambio llegue prontamente.
Veamos algunas perlas de este día. Parto con el jueves en la tarde. Lugar: Estación Mapocho. Programa: “Violeta Parra Sinfónico”, de la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Concepción bajo la dirección de Guillermo Rifo con la exclusiva participación de Claudia Acuña. O sea una mixtura que me atrajo como un imán (además que me daría la ocasión de vibrar con mis antiguos compañeros del “checalecalón, checalecalón”). La cita estaba fijada a las 19:30 horas, Cuando llegué (con la suficiente anticipación ya que las entradas no sólo eran gratuitas gracias al patrocinio de la Minera Escondida, sino que además no eran numeradas), quedé sorprendida con la cantidad de público que ya copaba más de la mitad del hall central del Centro Cultural Mapocho. El espectáculo se inició pasado algunos minutos de la hora señalada. El concierto partió timidamente. El “Run, run se fue p’al norte” como que no logró encontrar el escondido dolor de la partida, tampoco sucedió con las tres canciones siguiente. Pero, de repente fue como si solista y orquesta encontraran su mágico ajuste para darle la intensidad, dulzura y el desgarrador dolor de las composiciones de nuestra Violeta. Desde allí todo fue de más en más. Los aplausos al término de cada presentación eran interminables. Cuando las doce canciones del repertorio concluyeron nadie abandonó su puesto. De pié con gritos mezclados con aplausos se hizo volver una y otra vez a Claudia Acuña y al director Guillermo Rifo. Tanta insistencia llevó a dos temas extras. El primero “Maldigo del Alto Cielo” hizo que cada palabra puestas en él por Violeta, cuando ya la sombra de la muerte acechaba su espíritu, recobrara esa potencia, ese desgarro del alma en la voz de Claudia Acuña, quien sin duda aquí logró la conexión profunda con el alma ausente de Violeta, para transformarse en un sólo lamento. Qué regalo para el espíritu lo que allí sucedió. Bien por la Orquesta Sinfónica de Concepción que busca así rescatar la música popular chilena.

Pero la noche no se terminó allí. La Casa en el Aire nos acogió con ese calorcito íntimo que contaba con el cantar irreverente de mi amigo Joaco (ya me dio autorización para llamarlo así y me elevó a la categoría de amiga). Sin duda ello sirvió para llevarnos a aterrizar en nuestra querida realidad. La madrugada nuevamente nos sorprendió, y apuró el paso ya que aún restaba un día de trabajo. Viernes tarde, encuentro con amig@s para hacer el necesario análisis de los últimos acontecimiento. Nuevamente la noche se cerró con La Casa en el Aire ahora con las voces de Nico y Joaco. Todo un acierto el decidir endilgar nuestros pasos a Bellavista y La Casa... La calidad musical de ambos, la compenetración tanto en lo instrumental como en voces, hizo que valiera más que la pena el alargar nuevamente el día hasta el amanecer. No se lo pierdan si es que nuevamente lo ven en la cartelera de La Casa...

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