lunes, 2 de junio de 2008

El Aznavour de siempre

Uff que tiempo que hace no llenaba estas páginas!!... Creo que me di la necesaria pausa para reordenar mis pensamientos y colocarme de nuevo en la línea correcta, y aquí estoy, con más ánimo que nunca y dispuesta a enfrentar los nuevos desafíos con la cara al viento y desprendida de las cosas que voy dejando tras de mí. Hecha esta válida aclaración vayamos a lo que me motiva hoy a llenar este espacio.

Hay seres a quienes el paso del tiempo pareciera que no los toca, que llegan a cumplir décadas tras décadas, manteniendo (y transmitiendo) la lozanía de sus tiempos jóvenes. Ello es lo que pareciera suceder con Charles Aznavour, que pese a suis más de ochenta años (83 para ser más exactos) sigue encantando, cautivando y seduciendo con su potente y acariciante voz.
El espectáculo presentado anoche ante un Espacio Riesco abarrotado ( una potente presencia de +50, pero también rostros jóvenes que saben encontrar la calidad donde q2uiera que ella esté) fue un deleite, una joyita de esas que pocas veces llegan a ocupar los escenarios de nuestro país. No hicieron falta las parafernalias de colores, los fuegos artificiales, los juegos de luces o sistemas ultramodernos quie coloca la nueva tecnología. No, allí estaba un solo hombre con su voz y su calidad interpretativa, secundado por una orquesta de maestros y dos voces femeninas que tuvieron también su momento de gloria, cundo bajaron del encaramado lugar en que estaban para colocarse a la par con Aznavour y hacer su propio solo.
Pero hubo un par de cosas que pusieron su lunarcito. En primer lugar la llegada tarde de más de uno. Las hiñeras de sillas eran de un solo vuelo, sin ningún pasillo intermedio. Eso significaba que el que tenía el lugar numerado al final, tenía que pasar por delante de todos con los inconvenientes que ello significa. El problema se dio cuando ya el concierto había comenzado, y un silencio respetuoso enmarcaba las primeras canciones y llegaban estos personajes a última hora, produciendo molestias no sólo a la fila afectada, sino a los que estaban alrededor y más atrás. ¿Cuándo se irá a aprender en este paisito que la hora es la hora que se dice, que el tiempo no es elástico, ni acomodaticio a las necesidades de cada uno. Eso fue una cosa. La otra, que algunos se dedicaron a conversar en voz alta, o como un murmullo que, dado el tenor del concierto realmente se dejaba sentir...En fin, pequeñas perlas negras que se dejaron sentir. Pero igual, el concierto una maravilla!!

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